La sábila: el secreto de la eterna juventud
Ravi Chandra
Aloe, áloe, acíbar, sábila, son algunos de los nombres de esta planta suculenta. Aunque en español se asocia con lo amargo —sábila procede del árabe sabaira, “acre” y aloe del griego alos, “sal”—, en sánscrito es llamada kumari (muchacha), no solo porque contiene la energía de una mujer joven sino porque tonifica los órganos sexuales femeninos.
Aunque la sábila es originaria de África y el Cercano Oriente, crece actualmente en casi cualquier zona del planeta con clima cálido. La planta está formada por una roseta de hojas carnosas y gruesas, que salen de un tallo corto. Sus hojas son lanceoladas, con el ápice o punta afilada y orillas espinosas. Gracias a su capacidad de conservar el agua de lluvia, puede sobrevivir durante las sequías y a los tres años de vida el gel contenido en las hojas se encuentra al máximo de su potencial terapéutico y nutricional.
Usos terapéuticos y estéticos
La sábila o Aloe vera, su nombre científico, se usa desde hace siglos por sus propiedades curativas, en especial por su principal componente activo, la aloína, que se utiliza en el tratamiento del estreñimiento.
Pero es la sustancia exudada al cortar las hojas, aplicada externamente, la que le ha dado fama universal a la sábila, ya que alivia casi todas las dolencias cutáneas, reduce significativamente las heridas y contribuye a cuidar la salud y lozanía del órgano más grande que poseemos los humanos: la piel.
La sábila es invaluable en tratamientos y productos de belleza para piel y cabello, ya que contiene sustancias mucilaginosas y quercetina, las cuales son poderosos emolientes y renuevan las células dañadas de la epidermis. También posee polisacáridos y hormonas vegetales que estimulan e hidratan las células.
Como son tantas las propiedades de la sábila, en esta ocasión vamos a hablar exclusivamente de las externas.
Combate infecciones y problemas de la piel: sus macromoléculas y vitaminas fortalecen células y tejidos cutáneos, por lo que alivia acné, eczemas, erupciones, inflamaciones, quemaduras, manchas, deshidratación y heridas.
Limpia las capas profundas de la piel: posee un efecto exfoliante, hidrata la piel y la oxigena, fortaleciendo las células más profundas.
Combate las arrugas: estimula la producción de colágeno, proteína que mantiene la elasticidad de la piel, por lo que usada regularmente disminuye las arrugas y elimina líneas de expresión en la frente, así como alrededor de boca y ojos.
Alivia irritaciones de la piel: calma rápidamente la comezón y quemaduras por exponerse prolongadamente a la luz del sol, así como en los casos de psoriasis y dermatitis, ayudando a regenerar la piel.
Evita la caída del cabello: estimula la producción de colágeno, por lo que fija el pelo al cuero cabelludo. Sus minerales fortalecen el cabello haciéndolo más resistente y menos quebradizo.
Estimula el crecimiento del cabello: sus enzimas rehidratan y mineralizan el cuero cabelludo, por lo que el cabello crece más rápido y fuerte.
Elimina la caspa: la caspa está formada por placas de células muertas y las enzimas de la sábila las remueven.
Además de reconocer las propiedades ya mencionadas, el Ayurveda considera que la sábila es un poderoso rasayana (rejuvenecedor) y es útil en casos de fiebre, inflamaciones, herpes y problemas ginecológicos (ya vimos que kumari, su nombre en sánscrito, se relaciona especialmente con la mujer). Es el mejor tratamiento para enfermedades de la piel tipo pitta como enrojecimiento, sudor, fiebre, infección e irritación, las cuales se incrementan por el calor y la exposición al sol.
Sus numerosas propiedades se deben a que es una de las plantas más potenciadas: posee 75 componentes activos, incluyendo vitaminas, minerales, aminoácidos, enzimas, polisacáridos, saponinas y ácidos salicílicos. Entre las vitaminas debemos contar las antioxidantes A, C y E, además de B12, ácido fólico y colina. Entre las enzimas la aliasa, la fosfatosa alcalina y la amilasa. De los minerales calcio, cobre, selenio, cromo, manganeso, magnesio, potasio, sodio y zinc. Contiene laxantes como la emodina y la ya mencionada aloína, así como cuatro ácidos grasos como el colesterol, todos ellos con efecto antiinflamatorio. Por último, sus hormonas auxina y giberelina curan las heridas y poseen propiedades antiinflamatorias.